por Robert Veras
En estos tiempos inciertos, la democracia se erige como un faro de esperanza y estabilidad en el mundo. En la República Dominicana, el próximo mes de febrero se avecinan elecciones municipales, un evento de suma importancia para el futuro de la nación.
Sin embargo, la sombra de la deshonestidad política y la manipulación amenaza con oscurecer el proceso electoral. La Junta Central Electoral tiene la responsabilidad de garantizar que candidatos inescrupulosos no alteren la voluntad popular de los votantes.
La integridad de cualquier proceso electoral es crucial para preservar la confianza de la ciudadanía en sus instituciones democráticas. Los ciudadanos deben poder acudir a las urnas con la seguridad de que su voto será respetado y reflejado con precisión en los resultados. Cualquier intento de cambiar la voluntad del pueblo es un atentado contra la democracia misma.
La Junta Central Electoral, como guardiana de la transparencia electoral, debe asegurarse de que los comicios de febrero sean justos y libres de manipulación. Para lograr esto, es imperativo que se tomen medidas efectivas para prevenir y contrarrestar cualquier intento de fraude electoral. Esto incluye una supervisión adecuada en los centros de votación, el resguardo de los votos, y la implementación de tecnología segura para el conteo de votos.
Además, es esencial que los partidos políticos y candidatos desempeñen un papel activo en la promoción de una competencia justa y respetuosa. Los ataques personales y la desinformación no tienen cabida en una democracia sana. Todos los actores políticos deben comprometerse a respetar los resultados electorales y a acatar las decisiones de la Junta Central Electoral.
En última instancia, la Junta Central Electoral tiene un rol fundamental en la protección de la voluntad popular. Su deber es resguardar la integridad de las elecciones, de modo que el proceso sea un reflejo genuino de la voz del pueblo. No debe permitirse que candidatos inescrupulosos pongan en peligro esta integridad.
La República Dominicana tiene la oportunidad de demostrar al mundo su compromiso con la democracia y la justicia electoral. La Junta Central Electoral tiene la responsabilidad de liderar este esfuerzo y garantizar que los ciudadanos puedan expresar su voluntad en un ambiente de transparencia y equidad. La democracia depende de ello, y la confianza del pueblo en sus instituciones democráticas está en juego.
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